La conducción de una institución compleja y de una gran riqueza histórica, social y académica como la Facultad de Salud, requiere de un determinado enfoque que fundamente el trabajo a seguir, para evitar gestiones carentes de claridad con horizontes difusos o simplemente inexistentes.

Lo fundamental está en construir colectivamente sobre la base del respeto y la confianza en el otro. Nuestro trabajo académico y universitario debe representar para cada quien su proyecto de vida, aportando a él su voluntad de hacer, su capacidad de análisis crítico, su sensibilidad y capacidad humana para compartir y convivir de manera constructiva y solidaria.

Nuestro deber institucional no solo es reflexionar y pensar, sino también aportarles a la sociedad y al Estado profesionales competentes que contribuyan a resolver las necesidades y problemas de la población; seres humanos con mentalidades abiertas para comprender e interpretar la complejidad, habitualmente fragmentado por la tendencia al conocimiento cada vez más segmentado y especializado.

La Facultad de Salud, a la luz de lo consignado en su Plan de Desarrollo Estratégico 2012-2030, debe actuar de una manera diferente a la que ha tenido hasta ahora, para instalarse en la perspectiva de aportarle a la sociedad una nueva clase de profesionales, integrales, humanistas, éticos, con curiosidad y competencia investigativa, capacidad de abordar problemas complejos y sensibilidad y empatía para comprender los problemas de sus pacientes y colegas.

La gestión de la Facultad debe reorientarse para darle soporte a un nuevo enfoque del quehacer académico y así alcanzar los cambios trazados en el Plan de Desarrollo, y con ellos hacer los aportes que nos corresponde para conseguir una sociedad humanitaria, con justicia social, equitativa y respetuosa del medio ambiente y la diversidad.

De esa manera podremos proyectarnos en el Siglo XXI como una Facultad centrada en lo humano, eficiente, idónea y con compromiso social.